¿Por qué sanar viejas heridas?

 

Quizás te has hecho esta pregunta con la idea que hay cosas que deben ser enterradas y olvidadas. Te cuento que yo también me la hice e inmediatamente venían a mi mente respuestas como: ya soy un adulto; todo eso lo he superado; además he estudiado y luego terminaba diciéndome: nada bueno puede traer el recordar cosas que se quieren olvidar.

Cuando abrí­ mi corazón para enfrentar esa parte de mi historia que me costaba recordar, descubrí que habí­a episodios que aún me dolí­a recordar y que generaban en mi­ sentimientos de dolor, rabia, tristeza y sobre todo de rencor. Esta fue la primera parte de la respuesta a la pregunta del comienzo: si al recordar siento todo esto, vale la pena reconocer que esas viejas heridas todaví­a están abiertas y al estarlo, siguen haciendo daño desde lo más profundo del ser, desde el inconsciente.

La segunda parte de la respuesta surgió cuando relacioné el manejo de mis emociones, los temores, inseguridades y hasta la baja autoestima con esas viejas heridas que creí­a que ya no estaban afectando a un hombre mayor que pensaba que ya nada podía cambiar su forma de ser, de pensar y de actuar.

Fue sorprendente cuando al abrir el corazón a la acción de Dios para enfrentar esas viejas heridas y dar el paso de entregar a Jesús los sentimientos y expresar el arrepentimiento y el perdón, me sentí liberado de las toneladas de peso que habí­a llevado sobre mis hombros durante muchos años. Fue como si se limpiaran los lentes empañados con los que miraba el mundo, y comencé a ver nuevos colores, nuevos paisajes. Ahora todo brilla y han podido brotar de mi­ sentimientos de alegría, ternura y gratitud que antes mantenía reprimidos.

Si, vale la pena que te des la oportunidad de que por la acción grande y maravillosa del Espí­ritu Santo, se sanen esas viejas heridas de tu historia personal.